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Hay reportajes que a uno le reafirman en su creencia de que a la clase política de este país le hace falta cultura, valga la evidente redundancia, política. Es decir, aquí cualquiera puede hacer carrera política y después sentirse impune. Sólo necesita afiliarse, ser listo, aprovechar sus oportunidades, dejarse ver, tener iniciativa y no faltar nunca a las citas de su partido y ya tendrá gran parte de su trabajo hecho para aspirar a una concejalía o un sillón de diputado regional y si la cosa va bien, el salto a la política nacional es coser y cantar. El alcalde de Guadalajara, Antonio Román, tiene como todos los políticos el déficit de la pereza democrática con sus conciudadanos.
Me explico, esta semana he publicado en Interviú un reportaje sobre el supuesto trato de favor que el ayuntamiento alcarreño habría dado durante su mandato a un empresario que fue cabeza de lista por la ultraderechista Democracia Nacional en las últimas elecciones generales. La denuncia, realizada por el PSOE de la localidad, destaca que han sido 28 contratos, 26 de ellos mediante adjudicación directa (a dedo), durante tres años y medio. Justo hace una semana el alcalde, conociendo la publicación de este reportaje, convocó la mesa de contratación, que emitió un informe en el que se mantiene que todos los contratos municipales se ajustan a derecho. ¡Faltaría más!, a pesar de que el mismo alcalde en su despacho me reconocía irregularidad en uno de ellos.
En esta ocasión el alcalde debería demostrar que la mujer de César además de honrada lo parece, es decir, debería sacar a concurso los contratos públicos o repartirlos de otra manera y con otros criterios, porque cualquier otra explicación suena extraña.