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Esta semana publico en Interviú un reportaje sobre Humberto Baena, el último fusilado por Franco. Lo he titulado igual que este post, haciendo referencia a su condena de muerte, que incluso desde el punto de vista jurídico de la época fue una aberración, y a la proclamación de su inocencia, que nunca fue estudiada ni tenida en cuenta y así Xose Humberto ha pasado a la historia como el asesino de un policía, en vez de como la víctima de una injusticia.
Baena, militante del FRAP, fue el último de los fusilados por el régimen de Franco en 1975, cuando el dictador agonizaba en su lecho de muerte. A pesar de que una testigo presencial del crimen del que fue acusado acudió a comisaría para declarar que no era la persona que ella había visto disparar al policía, su testimonio fue descartado por los mismos policías que sólo buscaban venganza, aunque fuera con la sangre de un inocente.
Durante la farsa del juicio que lo condenó a los abogados de Baena no se les permitió hablar e incluso fueron expulsados de la sala. Ahora su hermana acude a la ONU en busca de justicia. Al menos a su familia le queda el consuelo de saber que se cumplió uno de sus últimos deseos, reflejado en una carta mandada a sus padres: "Ser el último condenado a muerte por un tribunal militar".
Uno de los motivos por los que me hice periodista fue para poder rendir pequeños homenajes como éste a Humberto y a otros luchadores por la democracia –militantes en una España difícil y complicada–, aunque sea en papel y en tres páginas y media. Así que esta semana estoy más contento que nunca con el oficio que elegí.