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Esta semana publicamos en Interviú un nuevo reportaje sobre un militar de vocación (http://tinyurl.com/34ze6yw) que ve frustradas sus aspiraciones en el Ejército. Es la segunda vez que en seis meses publicamos las quejas de un joven soldado, un cabo en esta ocasión, sobre un trato que considera injusto. Juan Plácido Muñoz cometió una infracción al dar positivo en un control de alcoholemia. Al identificarse como militar y ser condenado en un juicio rápido a ocho meses de retirada de carnet y una multa de 600 euros el Ejército aplica la literalidad de la ley y le expulsa por haber sido condenado por un delito, a pesar de que Muñoz había firmado su compromiso hasta los 45 años, tiempo límite que permiten al personal de tropa permanecer alistado. Nada que objetar a todo esto.
Pero claro, la abogada del cabo ha argumentado que se podría estar lesionando el principio constitucional de igualdad ante la ley, ya que un oficial de carrera que le sucediera lo mismo no sería inmediatamente expulsado del ejército, sino que podría tener alegaciones, apertura de expediente disciplinario, etc... El caso se saldaría con algunos meses de suspensión del servicio, con el sueldo intacto, un tirón de orejas de algún superior y poco más, mientras que si le ocurre a un soldado lo expulsan del Ejército. Dicen que antes se hacía la vista gorda porque había escasez de voluntarios para nuestras fuerzas armadas, pero ahora con la crisis parece que la demanda para entrar es mayor y por tanto, aplican la ley a rajatabla.
De todas maneras, el Ejército debería empezar a plantearse que la modernidad no consiste sólo en tener mejores aviones, mejores tanques o más inteligentes, sino en modernizar también sus estructuras legales y adaptarlas a los principios de igualdad que se le supone a nuestra democracia.

La infanta Elena de Borbón ha protagonizado hace unos días un incidente, cuando menos desagradable, con un fotógrafo. Estaba siendo fotografiada cuando pidió que la dejaran tranquila. Como el acto estaba programado por la Casa Real y se inscribía dentro de los actos oficiales el fotógrafo continuó con su trabajo, hasta que fue interrumpido de nuevo por la infanta que con un tono nada tranquilizador le recriminó con un "gracias, eh, gracias, ya te la devolveré". Una frase que en boca de otra persona no tiene mayor importancia, pero si eres fotógrafo y te dedicas a hacer Casa Real puede significar que te quedes sin trabajo y sin dar de comer a tus hijos. Así, sin más. http://tinyurl.com/2uh5k7t
No es la primera vez que un miembro de la familia real hace algo similar, pero sí es la primera vez que una salida de tono monárquica adquiere relevancia pública. Durante treinta y cinco años los periodistas acreditados ante la Casa Real, compuesto por una cohorte de cortesanos y siervos que no son periodistas aunque así se lo llamen a si mismos, han callado y regalado "carta blanca" o "barra libre" a la familia real española, privando a los españoles de conocer la verdad de lo que se cuece en la monarquía, algo que no sucede en Gran Bretaña, Holanda, Suecia o Dinamarca, verdaderas democracias.
Aquí, con el pretexto del cambio político a la democracia y de la unidad de los españoles nos parecen normales muchas cosas que a otros representantes de la política nacional no se le perdonan nunca. Todavía recuerdo las imágenes del jefe de prensa del ministro de Trabajo recriminando a un redactor de TVE su visión del Ministerio o cómo fueron repetidas hasta la saciedad las fotos de las hijas de Zapatero con la familia Obama y con el único delito cometido de ser "góticas". O los detalles que se han publicado de la vida de jueces, incluidas sus tendencias sexuales o ministros. Sin embargo, nadie protesta porque la información sobre la Casa Real esté sometida a una continua censura, que se manifiesta desde pequeñas cosas como la obligación de acudir a las ruedas de prensa con traje y corbata o la imposibilidad de realizar preguntas a no ser que hayan sido pactadas antes, o la retirada de fotos molestas, como las del Rey a bordo de un yate durante unas vacaciones o las de la princesa Leticia con un falda por la cintura, víctima de un inevitable golpe de viento.
Ese endiosamiento no debe de ser fácil de llevar, y más siendo hija del Rey a quien le dieron absolutamente todo hecho desde la cuna -matrimonio incluido-, y viendo cómo todo el mundo te hace reverencias, que nunca ganaste ni mereciste, e incluso ríen las patadas que tu hijo le propina a otro niño en una boda, algo que si hiciera el hijo del vecino nos molestaría por maleducado. La infanta Elena debería aprender de su madre, la reina Sofía, que jamás puso un mal gesto a nadie ni contestó una pregunta con una mala respuesta ni mucho menos amenazó a ningún fotógrafo.